jueves, mayo 27, 2004

Bombay, Septiembre 15 de 2002


Querida Daniela:

Y cuando digo querida se me queman tres fusibles y cuatro transistores de la memoria. ¿Eres aquella misma Daniela que se sentaba al lado de Julieta Ortega? ¿La misma que me pasó un machete de geografía en el exámen del quinto cuatrimestre en cuarto año?
De Pablo no me acuerdo pero de Wellapon sí, y especialmente me acuerdo de tu recuerdo, de tu jumper y de tus trenzas.
Y agradezco que Wellapon no tenga email y yo sí, porque si fuera al revés no estaríamos en esta sabrosa cartapesta.
Los años han pasado como un ligero sueño, las cosas de la vida nos han pateado un poco y el recuerdo ensimismado es inconmensurable en nuestras memorias. Yo estaba escuchando un disco de Ramazotti y la verdad es que estaba bastante melancólico así que tu misiva me trajo una alegría inconmensurable.
Me casé ocho veces, enviudé dos y me divorcié seis o sea que ahora estoy libre, si a esta soledad ominosamente inconmensurable en que estoy sumido se puede llamar libertad.
Ya no trabajo, heredé una fortuna inconmensurable de un tio lejano que vivía en Ramadám Salazamba, una comarca del antiguo Egipto que es famosa por sus tomatales inconmensurables. Como te decía heredé esa fortuna y viajo a Ramadám Salazamba una vez por mes, para controlar a los esclavos y para comprar chucherías en Gizeh, paparruchadas sin valor monetario pero de gran valor artístico e histórico. En mi último viaje conseguí en un bolishoping de las afueras de El Cairo una bombacha que perteneció a Cleopatra y otras estupideces que atesoro junto a las baratijas anteriores en mi finca de Bombay.
Como verás mi vida es monótona y aburrida, necesito alguien que me emparche un poco y ahora que regresaste a mi vida por medio de este electrónico medio de comunicancia, veo un poco de luz en mi derrotero, desde los vericuetos más intrincados de mi memoria me llega tu figura contoneante subiendo las escaleras de la escuela, tus muslos fuertes y arrogantes y tu mirada de fuego al notar que yo te estaba campaneando las gambas. ¿Te acordas Daniela? ¿Guardás en tu memoria aquellas imágenes impolutas del despertar de los deseos en la lejana adolescencia?
Querida Daniela, ahora que has regresado a mi vida le encuentro sentido a la misma, quiero encontrarte y charlar, no pienses que soy un lanzado o que estoy demasiado ansioso, simplemente es que soy un lanzado y ansioso. Si prefieres continuar con esta comunicación escrita lo haré con gusto, pero sabes que en algún momento será necesario abrazarnos para afianzar esta amistad que el tiempo no ha logrado apaciguar y mucho menos derrotar.
Mi corazón viaja hasta tí junto con esta respuesta, espero tu contestación junto a mi cardiólogo privado ya que las pulsaciones me subieron hasta la terraza, mientras me enchufan el holter, hago propicia la oportunidad para saludarte con toda mi admiración y respeto.


Ernesto Mate

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