sábado, junio 19, 2004

Balvanera, 15 de Octubre de 2002


Benemérito Erny:

Te llamo Erny porque me resulta un apodo simpático y un poco más acorde a esta intimidad chichoneante que se está instaurando entre nosotros poco a poco.
Lo que me decís de la Riquelme me dejó alelada. ¿Esa trola por tus pagos?
De ninguna manera, aunque vos me lo pidas, entablaré relación amistosa alguna con *esa* rantifusa cretinoide. De hecho, he hablado con mi abogado y estoy a punto de iniciarle acciones legales. Estoy segura de que comprenderás, con tu estricto sentido de justicia y amor que prodigás hacia mi que, hasta no cobrar mi premio tapergüer no pararé. Pasará mucha agua debajo del puente, rodarán cabezas, se volverán a desalinear varios epiplones, pero... cueste lo que cueste, no pienso cejar en mi intento.

Este tema me pone nerviosa y no era mi intención brotarme de tal manera. El escozor me resulta insoportable y temo parecerme a Yorga. ¿Te acordás? Yo coleccionaba las fotonovelas de Yorga, y también las de Killing. Y recuerdo, alguna vez, haberte prestado algunos ejemplares de las revistas que jamás me devolviste. ¿Qué hiciste con ellos? ¿Aún los conservás?
Por favor, decime la verdad de la milanesa. Aunque en su momento hayas actuado mal, si sos sincero ahora te perdono.
A vos te perdono todo.

Te pido que intentes hacer reaccionar a tu edecán. El amor hacia Paulina termina mal. Te lo digo por experiencias de muchas gentes que conocí en el Club del Trueque de Beiró y Lacarra. A demasiados embaucó con sus artilugios sensuales. Todos quedaron malheridos, doloridos, malolientes y estafados en su buena fe.
Y te recomiendo, porque sé de tu propensión hacia las gambardelas ascendentes, que no te dejes embaucar por su belleza inconmensurable.
Paulina, hoy día (aunque no lo parezca a simple vista), tiene una baqueteada de aquellas y el culo se le cae de celulitis. Lo sé de buena fuente.

Pero, mi Erny querido, mejor hablemos de "lo nuestro"
Lamentablemente, y aunque valoro las posibilidades tan accesibles que me brindás para hacer el viaje, no puedo por el momento.
Tengo mis motivos, que sé comprenderás con esa hombría de bien que siempre te caracteriza por sobre todas las cosas.
Mi esposo, la próxima semana comenzará a trabajar como relacionista público de una empresa de venta de caños galvanizados. Como podrás imaginar allí la imagen lo es todo, así que tendré que planchar muchas camisas, coser botones, enmendar cierres falseados, elaborar botamangas y sulfilar costuras deshilachadas en varias chaquetas y cachemires que él tiene.
Tengo demasiado trabajo y, para peor, mi adorado mouse sigue deprimido, así que el miércoles tengo turno con un afamado psiquiatra que le hará algunos estudios como para saber a que atenerme.
¡Tiemblo con sólo pensar en que tal vez haya que medicarlo con antidepresores y ansiolíticos! ¡Malhaya mi suerte!

Otro día la sigo. En un rato tengo que ir a la reunión anual de LAW (Liberen a Willy)
Estamos bregando para que la ballena vuelva al cautiverio porque cuando la soltaron se puso triste extrañando el set de grabación y ahora está en los mares de Indonesia a merced de todo tipo de alimañas y pesqueros japoneces que capaz la ensartan. Pobrecita ella. ¿Te imaginás lo que puede pasar con el ecosistema si Keiko muere?

Disculpame que siga hablando de mi marido, sé que es un tema un tanto engorroso y que puede afectarte sobremanera. Pero, sí no te cuento a vos, amor mío, mis deventuras, ¿a quién? ¿Eh? ¿A quién?

Daniel Montoly se compró un circuito cerrado de televisión. No le bastaba con espiarme por la mirilla que hizo en el botiquín. La casa, aquel hermoso hogar que otrora forjamos con amor, se ha convertido en una especie de fortaleza de la que es casi imposible huir.
En cada recoveco del mismo se pueden ver calcos que rezan: "Cuidado, radar vigila"
Y así no es posible vivir. El acoso es permanente.
De todas maneras todo tiene su lado positivo. Te envío aquí la última foto que el Radar (Libros) me sacó, suponiendo que estaba cometiendo una infracción, cuando en realidad estaba cumpliendo con mis quehaceres.
Ya ves, las máquinas también se equivocan.





tuya siempre.


Daniela Susana Ferro de Montoly

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