martes, junio 01, 2004

Balvanera, Septiembre 24 de 2002


Estimado Ernesto

Acabo de recibir tu carta con mucha ilusión y ahínco.
Me alegró hasta las lágrimas comprobar que vos mismito sos, finalmente, mi fiel compañero del Normal.
Paulina Riquelme... no me hables de esa arrastrada, ¡haceme el favor!
¿Sabés a qué se dedica ahora?
Es vendedora de tapergüer y desde la última reunión de demostración (donde tuve la deferencia y amabilidad de poner mi casa y mi núcleo de amigas y parientas a disposición de sus turbios negociados), que me debe el premio consistente en un set de cazuelitas para poner manises, papas y aceitunas.
Nunca se lo perdonaré. No sólo abusó de mi buena fé, sino que, a partir de ese día me faltaron varios utencillos de cocina valiosísimos: un enrulador de manteca y un cortador de huevo duro que eran todo mi orgullo.
Estoy segura de que me los robó. Imaginate: ¿Cómo podría desconfiar de alguien de mi núcleo de amigas o parientas? Imposible.
Tu propuesta de partir ahora mismo hacia tu encuentro me resulta por demás atrayente, pero asimismo imposible.
Esta semana tengo mucho que hacer:

Acompañar a mi madre al gastroenterólogo, ya que sufre del cólon de Santa Fé y, últimamente, viene cagando muy durito, la pobre.

Asistir a mi reunión semanal con el Grupo de Autoayuda S.A.M.P (Sembradores Aficionados Muy Pulentas), donde intercambiamos semillas de diferentes especies de leguminosas y brindamos consejos unos a otros bajo la premisa "Siembra bien sin mirar adonde, pero mejor acá". A ellos le debo mi felicidad de estos años. No podés darte una idea de lo que he sufrido hasta ver a mis garbanzos hechos realidad. Una realidad inconmensurable, por cierto.

Lavar la ropa de invierno, porque se viene la calor y la tengo que guardar en bolsas con naftalina. Sobre todo las tricotas que son tan proclives al comimiento de poliyas y otros depredadores.

Otros.

En fin. Ya verás lo complicada que es mi vida. Por otra parte, no puedo dejar a mi marido, Daniel Montoly. Si bien el tiempo desgastó todas las aristas de nuestro amor, aún siento una extraña dependencia hacia él. Tengo mis razones. Me cuesta comentártelas en detalle, ya que en realidad no me acuerdo bien cuáles eran, pero necesito que confíes en mi, y sobre todo en mi amor que es, como sabrás inconmensurable como la puta madre.
Por otro lado, ¿no creés que estamos yendo demasiado rápido? No me apures si me querés sacar buena, piano piano... se van los tanos.

De todos modos, no creas que mis deseos y expectativas más inconmensurables no están puestas en este proyecto de vivir lo que nos resta de esta vida que es cruel, es lucha y mucha, juntos como carne picada y ajo en una almóndiga frita.

Ernesto, amor mío:

Quiero desatar el nudo de tu garganta, atarte a la pata de mi cama, enterrarme en el horno de tus mantas y desenterrar tu hacha de guerra afilada.

Ernesto, vida mía:

Si es que no es molestia...
Quisiera pedirte algo como ofrenda de amor. ¿Podrías enviarme por correo, alguna de esas joyas que decís tener para mi? Ando necesitando una gargantilla de zafiros y rubíes. Es que la próxima semana tengo el bautismo de la nieta de mi vecina y no sé que ponerme.

Tuya por siempre.


Daniela Susana Ferro de Montoly

No hay comentarios.: