jueves, junio 03, 2004

Ramadam Zalazamba, October 1, 2002


Amada Daniela

Ruego a los dioses que al recibir esta epístola te encuentres bien de salud en compañía de tus seres queridos.
Disculpa la demora en contestarte, pero aquí las batallas, los ataques arteros y otras nimiedades han absorbido gran parte de mi tiempo.
Aprovecho que las huestes de Terrón Polorto se han retirado a tomar la leche, para escribirte con el corazón henchido de gozo y la cara hinchada de golpes.
Lamento que se te descalabrara el anillo, espero que la tal gotita cumpla su cometido con relevante éxito.
Te agradezco que te preocupes por mi vida, vida, y por la de mis hombres. Sobre el particular, quiero contarte que retornó Eduviges Ticulando trayéndonos provisiones, vituallas y pertrechos que compró en el shopping que está al lado de la pirámide de Kefrén, yo le dije que el Coto que funciona en el interior de la de Keops está muy bueno y tiene mejores precios, pero dicha pirámide no tiene estacionamiento para barcas y al marinero bengalí le disgusta enormemente dejar su nave aparcada lejos de los lugares por donde él -de mala gana- pisa tierra. Por cierto, el nombre de éste osado marinero bengalí es Contramaese Gregorio, un poeta nacido en los valles de Santa Furguarda, siete u ocho millas al norte del Monte de los Nabos. Tal parece que el amor que se profesan es cierto y duradero y al verlos no puedo menos que envidiarlos, ellos tan felices, tomaditos de la mano mientras a su alrededor resuenan morteros y arcabuces, vuelan miembros cercenados y revolotean pajarracos asustados. ¡Ahijuna con el amor! Ellos gozando de las tardes egipcias abroquelados en abrazos faraónicos, mientras yo me muerdo la comisura de los codos pensando en ti, mujer amada y lejana, sumida en intensos avatares y yo sin poder echarte una mano.
Te decía que el sanguinario ejército se retiró a tomar la leche, esa es una costumbre muy arraigada en estas latitudes y que es seguida a rajatabla por los mancebos guerreros y por los viejos chotos cansados de guerrillas y batallas, el llamado materno es obedecido sin pestañear, por lejos que se encuentren, ante el grito exaltado de "a tomar la lecheeeeeeeeeeeeeeeeee" ellos dejan todo como está, montan sus corceles o bicicletas y parten raudos levantando arena, cortando en dos las interminables dunas, a satisfacer su sed y su hambre y a recibir las palmaditas afectuosas en sus espaldas adornadas con milenarias cicatrices.
Por suerte yo soy latino y los latinos prontamente renegamos del llamado materno, nos vamos a recorrer el mundo sin importarnos las lágrimas de la vieja que se queda llorando en el umbral mientras las canas van tejiendo de nieves sus cabellos.
¡Ah mi amor! ¡Cuánto añoro esos atardeceres!
Y cuánto deseo estar a tu lado para que me cuentes tus cuitas apoyada en mi hombro (en el izquierdo, porque en el derecho tengo una flecha clavada) para acariciarte suavemente mientras el sol cae sobre las cumbres de la alta cordillera.
Dentro del desgarrado dolor que me atenaza, me alegra que no te hayas dejado engañar por el pescador, estoy orgulloso de tí porque valoro además de tu belleza intrínseca, tu habilidad ictícola.
Pero cuando me hablas de ese perverso esposo tuyo se me hinchan las venas de furia incontenible, voy a despedazarlo con un cuchillo desafilado, voy a aventar sahumerios con sus partes sangrantes. Ya verás de lo que soy capaz por la mujer que amo.
Porque mi amor es como un tapete que se estira alfombrando los océanos que nos separan. Mi amor es impetuoso, regordete, fastuoso, piripitifláutico e inconmensurable.
Sueño contigo cuando me emborracho con garnacha del Nilo, sueño contigo cuando recorro los tomatales en flor, sueño contigo cuando la luna se hace trizas sobre el filo noreste de la Gran Pirámide.
Hablando de pirámides, el gobierno me ha otorgado la licitación para contruir Tutankamolandia, un lugar paradisíaco que se extenderá por el desierto de Gobbi hacia el este septentrional, habrá juegos y diversiones, casinos, cabarutes y puestos de choripán, aunque aquí los choris los hacemos de tortuga o de camello, habida cuenta de la escasés de vacas y porcinos, algo similar a lo que sucedía en mi añorada Bombay, donde los hacíamos de cocodrilo en razón de la sagradez impuesta a los vacunos.
La rotura de tu maus es solamente comparable a la reciente muerte de cien de mis mejores hombres, los cuales no perecieron en batalla, sino en un desgraciado accidente de tránsito.
Quisiera estar allí para ayudarte a sostenerlo (al maus), para guiar tus manitas en el intento ergonómico y quedarme extasiado observando el fluido devaneo de la bolita yendo y viniendo, marcando los píxeles exactos de la parsimosiosa flechita, y hablando de flechitas, debo considerar seriamente arrancarme esta maldita flecha del hombro antes que la purulenta gangrena haga presa de mis laceradas carnes. Lo que pasa es que andamos escasos de Merthiolate y temo que me agarre una infección peor que el veneno con el que estaba embebida la punta del artero proyectil.
Espero ansioso tu visita, si no puedes venir, yo en cuanto me cure de la fiebre amarilla que me provoca tanto dolor de cabeza y tanta transpiración al cuete, iré a tus pagos para caer rendido ante tus pies y ante esa pastafrola que me sabrá a manjar de los dioses.
¡Ay! ¡Ay! (El primer ay es por el dolor de tu lejanía, el segundo por la flecha)
Daniela de mi alma, la fiebre me hace delirar, tu ausencia me provoca desarraigo peritoneal, mi cabeza se hunde en abismos de grasa purulenta y despliego mis alas delta para surcar mares tachonados de camarones muertos.
Estoy que no puedo más y sin embargo aguanto por las desenvainadas ansias de tenerte entre mis brazos musitando palabras de amor.
De un momento a otro me desmayaré, por eso me despido mi amor, antes de caer presa de los horrores del sufrimiento.
Por tí, siempre tuyo

Ernesto Mate

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