sábado, agosto 26, 2006



De nuestra enviada especial al Polo Oeste: Gachi Smosa

A raiz de la misteriosa ausencia de Papá Noel en la pasada nochebuena, nuestra cronista especial e investigadora estrella del periodismo vernáculo Gachi Smosa, se puso a investigar y descubrió la verdadera causa de la desaparición del "Gordo de Rojo", he aquí su vibrante relato:

La tarde del 24 me fui al Chópin Spinetta a comprar algunos regalitos para mis amantes y amigos, al salir, algo llamó mi atención, una misteriosa estela en el cielo diáfano formaba un perfecto círculo a unos cuarenta grados latitud nor-noroeste, rápidamente desenvolví uno de los regalos, que era un par de binoculares protoplasmáticos infrarojos ultravioletas de quichicientasmil dioptrías farenjei y enfoqué la extraña señal, pero no logré ver un pomo. Leí el manual del dispositivo y leí con estupor la cortante y desesperanzadora frase: "battery not included".
¡Me cache! -pensé y me puse a desarmar otros paquetitos en busca de algún artificio que sí las incluyera.
Lamentablemente, el único que portaba pilas triple A, era un adminículo que me había comprado para mí, un hermoso y resplandeciente Gold Bátterflai que pensaba estrenar esa misma noche en razón de que todos (to-dos) mis amantes y novios son casados y los muy joputas iban a estar ausentes a la hora del brindis navidezco, pero eso es otra histeria que contaré en otra nota, porque esta no amerita tales comentarios.
El caso es que puesta en foco la señal, ante mis ojos apareció un trineo volador accionado por una caterva de renos visiblemente enojados y por qué no atabalados a más no poder.
¡Santos Biasati! -exclamé azorada, porque ese trineo y esos renos no podían ser otros que los de Papá Noel, de modo que me subí raudamente al cronimóvil y despegué en busca del vehículo mágico.
En menos de tres minutos tenía el trineo a las tres y me lancé en un picado seguido de un rulo y un trirabuzón que me estacionaron a escasos diez centímetros de la nariz del reno principal, o sea Gino Reno que me miró con ojos impactados por la sorpresa, pasando a continuación a lamerme la mano a modo de asqueroso saludo.
Ipsofactamente comencé un largo reportaje al que los renos contestaron con estúpidas evasivas, pero lo cierto es que Papá Noel no estaba y los muy alcahuetes de su jefe, no me querían decir dónde se había metido. Los amenacé con entregarlos a la renera del oeste porque no tenían certificado de vacunas ni carné habilitante de vuelo, además es archisabido que toda la zona que va de Morón a Palomar es de vuelo restringido y todo eso, ante tantas pálidas que les tiré, uno de los renos, un tal Rudolf, largó el rollo mientras se largaba a llorar, pero no de arrepentido, sino porque los demás lo mataron a garrotazos por debilucho, luego de lo cual, se dieron a la fuga, no sin antes emitir unas cuantas plastas malolientes que se estrellaron sobre los parabrisas de algunos vehículos que circulaban por la autopista del este, también llamada Garchamel, en su intersección con Vergarara, provocando algunos despistes y colisiones de menor importancia.
A continuación coloqué mi mano lamida por el reno en el analizador biomocal, segura de que el animalejo le prodigaría esos mimos a su dueño de vez en cuando y luego, una vez que un seco plin, plin, plaf sonó en el analizador indicándome que el análisis estaba terminado, puse en marcha el radar fotofosfóridoiridiscente con los datos coordenados del ADN del moco e'reno recién analizado. Grande fue mi sorpresa cuando en el cuadrante X34BB comenzó a parpadear una luz roja a la vez que de los minúsculos parlantitos salía una voz metálica que pregonaba "telo encontré, telo encontré"
Partí raudamente en el cronimóvil hasta llegar a una carpa ubicada a la vera del río Coleston. Pero en ella ni rastros del gordo navideño. Me dediqué a indagar entre el personal de seguridad de la mencionada carpa, hasta que encontré a uno que fue mi novio en el ochenta y siete, después de prodigarle algunos favores bastante placenteros, el muy sátrapa me brindó algunos datos esclarecedores, que un tipo que respondía a las señas había estado con una naifa por las inmediaciones y esas cosas que me pusieron más alerta de lo que estaba. Al fin, y después de más favores que llevamos a cabo en la habitación 22 de un hotel de las inmediaciones, accdedió a entregarme la casette de video de las cámaras ocultas del complejo carpil. Inmediatamente me dirigí a la sala de proyección del cronimóvil y al ver lo que vi me quedé con la boca abierta un rato, después me comenzaron a subir unos calores que ni les cuento, y un rato más tarde me fui corriendo a buscar al guardia y a sus amigos para que me calmaran un poquito con la milenaria técnica de remachación de cataplines que tanto bien me hace.
En definitiva, lo que vi en el video fue a Papá Noel remachando los cataplines de una tal Mar de Mora, una odalisca venida a menos que supo tener su pequeño brillo en los cabarutes de 25 de Mayo allá por los sesenta y tantos, o sea que la nochebuena la tuvo el vejete y, para no abundar en detalles propios de chismosas, sólo diré que se notó que don Papá venía acumulando yogures década tras década.
Y ahora salgo en pos del destino errático del nuevo latin lover de las multitudes. Yo que dios, iría poniendo un avisito en los clasificados de cronica.com pidiendo cadete repartidor de juguetes, rápido y eficiente.

En cuanto tenga más chismes sobre este sonado caso, me pongo en sus pantallas, mientras tanto, les informo que estoy haciendo copias del vidio para vender a quienes los soliciten.
Pedidos al papanoelmojando@cronica.com

Gachi Smosa

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