sábado, agosto 26, 2006

Quién sabe dónde estoy, el día después.

Entrañable Enzo:

Como cada Navidad desde que mamá, la recordada Maca Rena nos confesara (bañanda en lágrimas de cocodrilo que tan buenas son para el endometrio), que nosotros somos, en realidad, primos gemelos, fruto de aquel histórico menash a trua que sostuviera ella con los Mellizos Legrán; como cada Navidad, digo, desde que se inició aquella tradición, te hago llegar una historia navideña para que te luzcas en tertulias y fogones, al son de una que sepamos todos.

Pero esta vez es mi deber advertirte que estoy a punto de contarte una historia de la vida real, un alegato estremecedor, una superproducción que nadie puede dejar de ver sin que se le compungie el pechio.
Esto que estoy a punto de contarte lo vimos, yo y mis hermanos renos, con nuestros propios ojos en una inconmensurable noche finisterresca que ha cambiado los designios del Gran Titiritero.

Todo empezó cuando Papá Noel nos enganchó al trineo doce horas antes de la hora señalada. Sin dar demasiadas explicaciones, se emprolijó el traje, la barba y el peinado, cargó una bolsa grande pero bastante más pequeña que la de siempre, y partimos con rumbo tan incierto como certeramente desconocido. Con el poco peso, llegamos volando. Nos hizo detener en una intersección que portaba un cartel gigantesco que decía "Av. Juan B. Justo y Corrientes, Ud. está aquí", y estacionamos en el lugar que dejó vacante un colectivo cuyo cartelito anunciaba "Primer Bondi a Finisterre".
No hubo mucho que esperar. Enseguida apareció un vigilador con un jopo a lo Elvis Costello que nos indicó que podíamos pasar a la zona de carpas. Allí descubrí que nuestro destino estaba un poquito alejado de la entrada, en la zona donde se establece la cúpula del plantel ecologista que opera en Finisterre.
Mientras golpeaba a la puerta de la carpa, a Papa Noel no se le movía un pelo. Enseguida le abrió un mujer de sonrisa amplia y un culo que bueno bueno, que era evidente que lo esperaba. En ese momento sólo se escuchaban sus voces, sumidas en una conversación trivial que de ninguna manera anunciaba lo que vendría. Siguieron charlando un buen rato hasta que se ve que él preguntó, "así que estás solita en la carpa" y enseguida ella le contestó "por ahora sí, pero nunca se sabe... esta carpa parece el santuario de la Difunta Correa: todos sienten la compulsión de peregrinar hacia aquí". Ahí se ve que se pudrió todo, porque mientras Papá Noel preguntaba "¿entonces tenemos poquito tiempo, nomás?" se empezaron a sentir ruidos extraños, cosas que golpeaban contra otras cosas, ruidos de ruidos, jadeos y palabras cortadas de las cuales sólo se entendieron un "pará que cierro las cortinas" de ella y un "mirá lo que te traje", de él.

Y entonces, se desató el milagro navideño. De repente, la cámara de vigilancia por circuito cerrado de TV empezó a transmitir y lo primero que se vio fue a la mujer semidesnuda sobre una chaise longue y a Papá Noel, vestido sólo con la parte de arriba del traje, apuntando con un aparatito hacia la cámara, mientras decía claramente "me parece que me equivoqué de control remoto", y ella le contestaba, un poco irrespetuosamente, "vení que quiero probar ese turrón de alicante, papito". De fondo, se escuchaba la inconfundible melodía de los villancicos Tricky remix que se pusieron de moda en los recreos.

Lo que siguió después constituye una verdadera historia de Navidad que todavía me tiene en estado de emoción violenta. Pero ya es la hora de la merienda aquí, donde sea que estemos, así que te la dejo para el próximo capítulo, con un sugestivo "to be continued" escrito en lucecitas navideñas intermitentes.
Me despido hasta más temprano que tarde sin reposo y retornaré como los libros y las canciones

tu primo Gino

PS. Disculpame que te envíe ésta a la Fábrica de Perfumes. Comprenderás que con lo intempestivo de nuestra partida, olvidé la agenda encima de una roca empetrolada. Ahora tendré que esperar el Ultimo Bondi a Finisterre para recuperarla. Si querés que siga escribiéndote a tu privado, tratá de encontrarme y avisame.

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